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Daniel Colombres: el que tocó con todos

Colombres y Lebón

Entrevista: Luis Mojoli
Créditos foto home: PH Gabriel Munda

Daniel Colombres es sinónimo de excelencia y fiabilidad como baterista. Desde sus comienzos en los años 70, el "Negro" se forjó una reputación de percusionista sólido, gracias a su depurada técnica, lograda en base a horas de estudio e influencias como Ian Paice y John Bonham.

A lo largo de más de cuatro décadas este consistente y sólido baterista ha trabajando con grandes referentes del rock nacional: Pastoral, Merlín, Fito Páez, Fabián Gallardo, Claudia Puyó, Fabiana Cantilo, Suéter, Sumo (sí, grabó congas en Corpinos en la Madrugada, el debut de la banda liderada por Luca Prodan) y David Lebón. También acompañó a Litto Nebbia, padre del rock nacional, y grabó A través del mar de los sargazos (2002) y Talismán (2004) de Skay Beilinson. Actualmente, nuevamente se encuentra tocando con David Lebón, artista con el cual se presentó el sábado 13 de febrero en un show al aire libre que tuvo lugar en el Estadio de Obras.

Insam

Recorramos juntos la obra de Daniel Colombres, el baterista cuya actitud, disciplina, talento y perseverancia, lo ayudaron a ocupar parte importante- en este caso desde la sección rítmica- de la historia del rock nacional. Esto dijo el "Negro":

¿Daniel, cuándo te iniciaste con la batería?
Empecé más o menos en el año 71, con unos amigos que vivían a la vuelta de casa. Tenían mayor poder adquisitivo y en un cumpleaños recibieron varios instrumentos de regalo. Así que en ese cumple estábamos todos haciendo fila para ver cómo tocaban y yo me puse detrás de la batería. Me enamoré ahí de la bata y armamos un grupo que fue una sensación. Tocamos en un lugar y nos vieron José Marrone y su mujer. Nos invitaron a un programa en Canal 13 en el cual estaba Marrone. Teníamos 13 años. Fue una locura. Después nos armaron una gira por Corrientes.
 

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¿En qué momento comenzaste a dedicarte profesionalmente a la batería?
A los 14 años dejé el segundo año de la secundaria y empecé a estudiar con Rolando “Oso” Picardi, que en esa época era el baterista de Horacio Malvicino, quien a la vez era guitarrista de Astor Piazzolla. Estudié dos años con el Oso. No fue lo que yo pensé; aprendí a leer con el libro de Podemsky y con el método de Jim Chapin, pero no me gustó mucho el método de enseñanza de esa época. Era una estructura más conservadora. Con los años se lo he podido decir. Por suerte aprendí mucho de técnica.

¿Qué significa la técnica para vos?
Es una herramienta muy importante. Cuando a los alumnos se les habla de técnica, a veces piensan como algo señorial de la batería, que no tiene que ver con el rock. Pero vos ves a Ian Paice o a John Bonham y hacían cosas increíbles que están vinculadas con la técnica. Todavía hoy sigo admirando lo que hace Paice, los rellenos, los breaks. Eran tremendos.

¿Cómo sigue tu formación después?
Fui a estudiar dos años más con Roberto Pardiñas, un gran baterista que tocó con Raúl Porchetto, Aznar y Lito Epumer. Aprendí mucho.

Uno de los grupos que integraste al principio fue Expreso Zanbomba, surgido tras la separación de El Reloj.
Un vecino mío me empezó a llevar a ver al Reloj, una gran banda. Cuando se separa el grupo me llama Willy Gardi. Luego armamos un cuarteto con raíces sinfónicas y tocamos en el Luna Park en 1977, junto a una banda conformada por el baterista de Crucis, Alejandro Lerner en piano, Gustavo Bazterrica en guitarra y Rinaldo Rafanelli en bajo.

Luego estuviste en Pastoral...
Sí, se va Oscar Moro de la banda a Brasil para armar Serú Girán. Me llamó Alejandro De Michele y grabé dos discos con el grupo, incluido el último en 1982.

¿Cómo era grabar la batería en esa época?
Cuando entré a ION o a Music Hall, donde había grabado gente como Spinetta, Charly o Piazzolla fue genial. Ahí los técnicos iban rotando por horario. La batería se seteaba de tal modo de quitarle la mayor cantidad de armónicos posibles, para que el técnico trabajara menos. Hoy, al contrario, se suele grabar con la batería más abierta, para que suene todo el instrumento.

En esa época ya tenías una batería Colombo...
Sí, después de mi CAF inicial pude comprarme una Colombo. Si vos escuchás la grabación que hice con Merlín en 1980, suena bien, pero me hubiese gustado que la batería no sonara tan apagada.

¿En qué momento te concebiste como un músico profesional?
En general se le llama profesional a alguien que está grabando discos y toca en vivo, como me pasaba a mí en Pastoral, pero ya me sentía profesional desde antes. Con Willy Gardi era un contexto profesional, pero no grabamos nada.
A partir de esa época ya sentía que era un baterista profesional, pero eso después te lo reafirma un poco la gente que te rodea cuando te dicen “la pegaste”. Hasta el día de hoy: “Claro Daniel, vos la pegaste…” Yo no pegué nada, me pegué un tortazo contra la pared. Muchas veces tenés toda una historia detrás con respecto a discos y…

Entiendo a lo que vas, pero también está el éxito de ser un instrumentista que forma parte de grandes grabaciones. Otra cosa es el éxito a nivel masivo.
El éxito que tiene el compositor es el mismo éxito que del músico que lo acompaña, está claro. La diferencia está en el dinero que gana la persona que compuso la canción. Eso se ve claramente. A lo mejor el tipo fue y se compró una casa con ese dinero y vos todavía seguís alquilando. Y vas a seguir alquilando.

Estuviste recientemente con David Lebón en un show al aire libre en Obras…
Sí, fue genial. David es un tipo divino y hemos hecho infinidad de cosas a lo largo de los años. Tengo 7 discos con él. Y ahí en Obras hemos presentado discos alucinantes, con álbumes que eran grabados con Amílcar Gilabert que sonaban increíbles. Eran tipos que no grababan con todas las mierdas que hay ahora. Cuando digo mierda, me refiero a que es como los chocolatines: son todos ricos, está bien. Pero, ¡grabá con lo que tenés! Lo importante es la canción y como se toque. Hoy ya no importa eso. Todo parece pasar por las redes. “¿Ah, tenés 2 millones de seguidores? Sos groso”. Es un signo de los tiempos.

 

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Con Lebón en vivo. PH: Gabriel Munda

Sin embargo, de las nuevas generaciones, a chicos como Ca7riel y Wos, más allá de ser populares, les importa hacer bien las cosas y tocar adecuadamente. Ca7riel es muy habilidoso con la guitarra y está rodeado de buenos músicos...
Sí, es cierto pero eso va a tardar tiempo. Escucho mucho trap, porque mis hijas están muy metidas en el género. De hecho, con Wos hicimos una versión de “Ana no duerme” con David Lebón, con los músicos cada uno desde su casa. Me gusta Wos, su discurso y de dónde viene. No todo el trap me gusta.

¿Ca7riel y Paco Amoroso qué te parecen?
Está bueno lo que hacen, no tiene mucho que ver con el rock, pero sí el rock viene con el discurso. Siento que siguen faltando canciones, pasa que soy de la generación de Pescado Rabioso, Invisible, Aquelarre. No quiero decir que tengo la vara muy alta, porque a lo mejor estos pibes tienen la vara muy alta y piensan que yo la tengo por el piso. Pero siento que no hay una profundidad en cuanto a las cosas, hay como demasiada exaltación de la queja y es poco poético. No quiero hablar del audio, porque si una canción es linda, no importa. ¡Cuántos discos hay que suenan muy mal y sin embargo tienen grandes canciones!

Grabaste “Pubis Angelical”, la banda sonora de la película del mismo nombre, con Charly García. ¿Cómo fue esa experiencia?
Participé en tres temas de la película. Grabar con Charly en ese momento fue increíble, porque él estaba armando su primer disco solista después de Serú Girán. El nivel artístico que tenía era abrumador. Fuimos a grabar a Estudio El Jardín, un lugar que habíamos abierto con mis amigos Gustavo Donés y Ernesto Soca. El estudio estaba bien, teníamos ocho canales. Cuando vino Charly redujo un montón de canales para meter chapas. Ahí te das cuenta que, cuando alguien conoce y sabe lo que realmente quiere, no necesita tantos canales. Él tenía todo preparado para el registro de Pubis Angelical y estaba viendo qué banda armaba para Yendo de la Cama al Living, porque ya tenía sus temas para grabar el disco. Así que me vio y me dijo: “Colombres, ¿querés grabar? Tengo esto para que grabes”. El inconveniente es que yo todavía tocaba con Pastoral. Me mostró tres canciones y le dije que sólo tenía una pareja de hi-hats. La batería era una Tama, pero yo tenía los platillos cargados en un micro porque nos íbamos de gira a la noche con Pastoral. Así que me dijo: “No importa, hacé climas con los hi-hats abiertos y cuando yo te digo, entrás en un break de cuatro tiempos”. Era una canción preciosa, con una típica melodía de Charly García. Yo estaba chocho, no solamente por haber grabado con Charly, sino por cómo había quedado. Así que me empezó a invitar a fiestas. Íbamos para todos lados con él y me presentaba como el baterista que iba a grabar Yendo de la cama al living.

En ese momento todavía estabas con Suéter…
Exacto. Estábamos ensayando en la casa de los padres de Juan del Barrio, en Caballito, sonó el teléfono y querían hablar conmigo. David Lebón necesitaba un baterista, porque Pomo volvía a Spinetta Jade. David acababa de separarse de Serú Girán y me propuso tocar con él. Así que tuve que hablar con los muchachos de la banda y decirles: “Chicos, no puedo decirle que no a esto. Lo voy a hacer”. De todas formas, había problemas en el seno de Súeter; muchos roces. Y yo estaba ahí en el medio. Tenía 22 años y me llamó Lebón para tocar canciones bellísimas junto a Beto Satragni, Diego Rapoport, Héctor Starc y él. Así que me fui de Súeter. Miguel Zavaleta me critica hasta el día de hoy por haber abandonado la banda, pero bueno, ¿cómo se hace para crecer? Yo no cagué a nadie, seguí mi camino.

La evolución implica a veces soltar y cambiar.
Mirá, yo te puedo hablar mejor o menos mejor de algunos de los artistas con los que he tocado, pero nunca tuve ningún problema con ninguno. Con Spinetta, que me llamó para presentar Pelusón Of Milk, grabé algunas cosas en el estudio cuando empezó a armar lo que después fueron Los Socios del Desierto. Hicimos algunas cosas junto a Frank Ojstersek, que fue el bajista de Spinetta Jade en Los niños que escriben en el cielo (1981). Luis me llamó y casi que me exigió que fuera a grabar y presentar Pelusón Of Milk. Tengo unas cosas grabadas con él que son increíbles.

¿Qué podrías destacar de Spinetta, musicalmente hablando?
Fue inmenso, no me alcanza la vida para hablar bien de él. Lo que me pasa con Luis Alberto Spinetta es que no puedo discernir entre su ser, su música, poesía y su forma de vivir y de pensar. Era como todo un bloque, una unidad. También, si se quiere, era un poco cabrón y re exigente, pero lo suplía con todo lo que te describí. Nunca se la creyó. Siempre supo quién era y jamás quiso ponerle lucecitas a eso. Él era pura luz. Hoy escuchás su música y te parece increíble. Se murió muy joven, lamentablemente.

También pudiste grabar y tocar con Litto Nebbia y participaste en los dos primeros discos solistas de Skay Beilinson.
Así es.

Con Nebbia

Con Nebbia

¿Qué destacarías musicalmente de Litto Nebbia y de Skay?
Musicalmente a mí Nebbia me subyuga. La música de Skay me llega de otra manera. Él es uno de los grandes guitarristas de acá, lejos. Rankea entre los mejores violeros. Tiene un sonido muy personal que, junto con la voz del Indio Solari, forman parte de la identidad de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. A mí la voz del Indio no me gusta mucho al oído, pero es una cuestión personal. Como te decía, yo venía de Spinetta Jade, Invisible y esos grupos. No entiendo a la gente que le gusta María Martha Serra Lima y a la vez Emerson, Lake & Palmer. (risas).
De los temas que grabé me gusta “Oda a la sin nombre”, que suele sonar en la radio y es un temazo. Respeto mucho a Skay.

¿Participaste en la grabación de Corpiños en la Madrugada de Sumo?
¡En el estudio El Jardín! La esposa de Ernesto Soca era de Hurlingham y el embrión de Sumo arranca ahí. Germán Daffunchio es de Hurlingham, Diego Arnedo también y Ricardo Mollo del Palomar. Vinieron a grabar al Jardín y el baterista era Alejandro Sokol. Luca Prodan en un momento me dice: “Colombres, ¿no querés arreglar lo que tocó Sokol?” Yo ni me acordaba que toqué ahí. Pero sí, grabé algunas congas en ese disco.

 

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¿Cómo lo ves a Sumo, a la distancia?
Me parece muy actual. Muy bueno. Lo siento muy 80´s, 90´s y hoy, a veinte años de los 2000, me sigue pareciendo muy moderno. Es tremendo. Y quiero destacar también a Superman Troglio, que se bancó muy bien como batero al tocar con esos grosos que estaban en la banda. Tenemos que agradecerle mucho a Luca Prodan, el tipo era mitad italiano y mitad inglés. Había estudiado en el mismo colegio que el Príncipe Carlos de Inglaterra y tenía una cultura increíble.

¿Qué recuerdos tenés del Stud?
Bueno, actuábamos mucho ahí con Radio City. Era una cosa new wave muy buena. Y después tocamos también con David Lebón. Yo tenía un recuerdo de haber estado ahí, pero no con Suéter, porque ya me había ido. Tocamos con David junto a Dani Castro y Luis Gurevich.

Con Lebón

Con Lebón. PH: Luciana Verini

¿Viste el documental sobre aquel mítico recinto?
Sí, me gustó mucho. Y el film narra que en ese momento el lugar era una pasada obligada: había muy buen sonido, el dueño era macanudo, algo raro además porque en esa época todavía estaban los militares. Fue un lugar muy piola. Lo mismo pasó con La Esquina del Sol. O Zero Bar. Ahí iba con Miguel Abuelo.

¿Dónde conociste a Miguel Abuelo?

Los Abuelos vinieron a grabar su primer demo al Estudio El Jardín. Pegamos muy buena onda y a él le gustaba mucho cómo yo tocaba. Un día me enteré que Miguel vivía cerca de mi casa. Mi mujer estaba embarazada de mi primer hijo, y en una oportunidad salgo a caminar unas cuadras y me lo encuentro a Miguel en la calle. Me dijo: “Es lo mejor que te va a pasar en la vida”. Y lo resumió con esas breves, pero importantes palabras. Desde ese momento hasta ahora lo amo a Miguel, me dijo la justa. Lamentablemente lo vi días antes de su fallecimiento y estaba muy mal. Se lo quería mucho. Luis Alberto Spinetta respetaba mucho a Miguel Abuelo. Estoy sumamente agradecido por haberlo conocido.

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PH: Lau Tenembaum

¿Qué diferencias encontrás entre Luca Prodan y Miguel Abuelo?
A los dos los veo como grandes músicos. Miguel era más nuestro, Luca venía con todo su bagaje internacional. Cantaba como la puta madre, expresaba y decía cosas con una locura envidiable. Una locura buena.

Sos un sobreviviente de los 80, una época difícil de muchos excesos. ¿Hubo algún momento de quiebre que te impulsó a abandonar ese camino?
Creo que lo que me salvó fue el miedo o el susto, mirá que mierda. Yo nunca fui de excederme demasiado, traté de cuidarme. He tenido compañeros que no paraban y no paraban y terminaron mal. A mí me llegó un momento que no me daba más el cuerpo. Y además tuve un instinto de cuidarme, de auto conservación.

En 2012 volviste a tocar con Lebón...
Sí en 2012 me llamó el hijo de David Lebón y en ese momento necesitaba laburar. Volví a tocar con él después de muchos años. Y ahora me siento muy bien por haber vuelto, porque también se lo ve muy bien y está disfrutando mucho.

¿Qué tienen pensado para los próximos meses?
Ahora vamos a hacer el volumen 2 de David & Co. El primer disco fue un éxito y este otro álbum va a ser nuevamente producido por Gabriel Pedernera. Va a ser un gran álbum. Probablemente hagamos algunos temas inéditos y otros temas viejos. Por ejemplo, en el primer volumen hay un tema, “Puedo sentirlo”, que grabé con David en 1986 y que estuvo incluido en el disco 7x 7. En ese momento no funcionó y ahora fue el hit del disco. No sé a qué responde a eso, sinceramente.

 

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Estudio Beat Número, de Daniel Colombres. Ingeniero a cargo: Mariano Ast.


¿Cómo armás el set de batería? ¿Te manejabas de diferente manera con Litto Nebbia que con David?
No, por lo general siempre uso una misma configuración, salvo por algunas cosas que añado. Yo utilizo baterías Ludwig y también he sumado otra batería Eva Drums, fabricada en Argentina. Obviamente a veces uso diferentes afinaciones, pero soy muy conservador y metódico. No hago demasiados experimentos, llevo el instrumento bien preparado para que responda. Pero soy yo el que se encarga, a través del toque, que suene como tiene que sonar.

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