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Nuevo proyecto de Carlos Aguirre: Dejar constancia

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Entrevista: Roque Di Pietro

Si bien te movés por fuera de lo que se considera la industria discográfica, a través de la edición de tus discos se puede observar que en algún momento consumiste muchos discos y, consecuentemente, fuiste un activo consumidor de lo que se llama “la industria”.
Sí, desde muy chico... Mis viejos eran grandes melómanos y eran oriundos de Rosario. Esperábamos ansiosos los viajes a Rosario porque allí había una disquería chiquita y especializada en música folklórica, en jazz, música brasileña. Para nosotros era algo raro ira a una disquería y que el disquero supiera tanto sobre lo que vendía. En general las disquerías en los pueblos venden lo que les va llegando y se mueven más por las modas o lo que se escucha en la radio y a veces no tenían idea ni siquiera de lo que estaban vendiendo. En cambio allí uno preguntaba por un intérprete y el tipo te decía “si te gusta esta música podrías escuchar esto” y así nos veníamos con un lote de discos en cada viaje.

Eso se nota, más allá de la música que contienen tus discos, en la dedicación que hay en los arte de tapa por ejemplo.
Aprecio mucho el objeto, como ocurre también con los libros. Uno podría leer también por internet pero realmente la relación que se va dando con el objeto a medida que lo vas recorriendo es muy diferente.

¿Cómo surge la idea de la editorial dedicada a la publicación de las partituras, en principio, de tus obras?
Sos muchas razones que confluyen en la misma cosa. Por un lado nosotros tenemos una página de internet donde mayormente la gente que nos escribe son estudiantes y siempre está la pregunta o el pedido de que necesitan la partitura del tal tema o tal otro. La idea de publicar este tipo de libros ya la teníamos pero esta cuestión nos animó un poco más, que pueda haber gente interesada, estudiantes, músicos. Por otro lado, en algunas de las canciones que he compuesto ha habido varias versiones, felizmente, que es algo de lo que estoy reagradecido, y entonces me parecía bueno que la gente que se toma el laburo de cantar alguna canción mía tenga la posibilidad de ir a la fuente en el sentido de cómo es exactamente la melodía del tema y a partir de ahí obviamente hacer su propia versión. Eso por un lado. Por otro lado tengo muchos amigos que están en el ámbito académico, escuelas de música, y ellos siempre me dicen de la falta de material, de renovación de autores. Todas esas cosas confluyen en la misma idea: como de ir dejando una constancia de un laburo que uno va haciendo, grabado por un lado y por el otro escrito. Lo escrito abre otra posibilidad, como que se socializa un poco la información, porque da la oportunidad de que otro la interprete a esa música.

Es como abrirle la puerta al repertorio.
Eso, exactamente.

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Se siente el vacío que hay en el país en ese ámbito. En una época se editaban los álbumes de partituras de muchos discos o las partituras de los temas individuales. Eran transcripciones básicas de la mano derecha y algún cifrado; era básico pero al menos era algo.
Pero era muy importante eso. Y me acuerdo, como músico y como intérprete, que yo quería versionar tal o cual zamba y no encontraba nunca las partituras. Y resulta que me encontraba con versiones y obviamente en la interpretación siempre había alteraciones de la melodía y yo partía de esas versiones en lugar de la obra original del autor. Eso siempre me generó una pequeña angustia porque pensaba “qué lindo sería estar en lo cierto”, en saber qué es lo que el tipo pensó originalmente y desde ahí yo también arrancar para algún lado pero siempre sabiendo cómo fue el origen. Ahora estoy, como intérprete, armando todo un repertorio con autores del Litoral, voy abrevando en obras que para mí son como medio fundamentales, como el caso de Chacho Muller o Aníbal Sampayo, y gracias a unos álbumes que hay de música escrita de Chacho Muller yo pude versionar canciones que por ejemplo ni si quiera se han grabado. Eso es lo valioso de esta información. También han pasado cosas muy terribles como que por ejemplo (las obras de) la Editorial Lagos fuera absorbida por la Warner (Chappell) y esa gente no tiene la más mínima idea de esas obras y no las reeditaron y tienen todos los derechos. Por eso también nos animamos a armar una editorial propia, para no tener que lidiar con ese tipo de cosas. Es increíble, en el caso de la Warner a mí me suena como a un vaciamiento premeditado, quieren imponer determinados productos y no reeditan todo eso que tiene un peso increíble para que no compita, digamos, con aquello que no tiene tanto peso. Creo que un emprendimiento como este, ya sea discográfico o como a través de ediciones de libros, tiene que ver con una forma de pensar un país ¿no? Un sello, una editorial, los medios de difusión, los productores, en esas cuatro patas y algo más que se me está escapando se apoya la industria musical. Y ninguna de esas patas tiene que estar ausente. El sello nació hace 20 años con la misma idea: llevábamos demos a algunos sellos discográficos que no nos daban bola y terminamos armando un sello nosotros. Primero, si se quiere, desde un lugar egoísta: armemos un sello para editar nuestro propio trabajo. Con el tiempo nos dimos cuenta que ese caminito que aprendimos a hacer podía servir para otra gente y ahí se abrió un poco el sello. En este caso está arrancando de la misma manera. Desde un impulso también egoísta digo yo: por ahora no tenemos más objetivos que ponernos al día con mis propias obras. De hecho hay cinco discos, tanto del grupo como de piano solo, con los que me quiero poner al día, que estén las partituras de esos discos. Y después obras que yo he escrito, que son un par de suites para guitarra sola, otra para guitarra y orquesta de cuerdas y percusión que fue escrita para un concertista que se llama Eduardo Isaac, de Paraná. Esas por ejemplo son cosas que todavía no han sido grabadas como obras completas entonces a mí me importa mucho que esté el libro de esas suites, porque puede haber otros intérpretes que quieran tocarlas. Hace un tiempo en una visita que le hice a Dino Saluzzi que fue muy rica para mí, él me contagiaba su preocupación en dejar cosas escritas, en dejar un sedimento también para que haya una continuidad de todo el proceso que a lo largo del tiempo ha ocurrido en la música argentina. Como que todos tendríamos que escribir y dejar material, para que también circule en las escuelas de música.

La música escrita no es muy frecuente en la música popular.
Por eso la preocupación de Dino.... Y ahora la mía también (se ríe). Porque incluso yo he padecido todas estas cosas como alumno, como estudiante de esas instituciones, en mi caso de la Escuela de Música de Paraná, yo fui alumno varios años allí. Yo estudiaba Piano Clásico y siempre se incluía en el repertorio que trabajabas durante un año para rendir al final alguna obra de algún autor argentino. Y siempre terminábamos cayendo en los mismos autores, más allá de que sean reimportantes, como Guastavino o Ginastera, obras que yo valoro un montón, pero que no son los únicos. Y con los otros simplemente sucedía que no estaban editados. A mí me hubiera encantado tocar cosas más cercanas a mi contemporaneidad, cosas más contemporáneas a mí, pero no había. Por eso me parece reimportante sostener como se pueda una editorial de estas características. Y a la vez yo te decía que guardo una relación estrecha con los objetos, entonces por eso no es una editorial virtual, me interesa que exista el libro, que la gente pueda tener el libro, que lo puedan estudiar, ponerlo sobre el atril y escribirle arriba anotaciones y ese tipo de cosas.

En las notas introductorias decís que es muy difícil en la música popular poner en el papel los pequeños detalles de la interpretación.
Sobre todo en el aspecto rítmico, porque este sistema de lectoescritura no fue pensado para esas músicas de raíz afro o india, es muy difícil traducir eso. Son como aproximaciones, por eso me ocupo de entusiasmar o sugerir a quién vaya a interpretar que trate de escuchar bastantes ejemplos de música tradicional porque todas esas cosas como de lenguaje no las puede decir la partitura. Es algo muy vulnerable porque una mala interpretación la puede liquidar a la obra.

Es lo que ocurre cuando músicos clásicos se ponen a tocar tango, jazz o géneros populares. Se les nota que les falta algo que nunca está en la partitura.
Totalmente. De hecho yo pasé por ese proceso hasta que algún momento llegaron a mí obras de Remo Pignoni y esa fue como mi primera alegría en el sentido de que, bueno, existen también otros autores, otras formas. De todas maneras mi interpretación de eso era desde ese lugar clásico y tuve que aprender a rasguear la guitarra y a tocar el bombo. Eso sucedió inconscientemente porque tengo un hermano más grande que toca guitarra y yo me quería aproximar a él y tocábamos juntos. Y en un momento sucedió que volví sobre las obras de Remo Pignoni y se había producido un clic en mi cabeza y ahí empezaron a sonar realmente como deberían haber sonado porque, bueno, completé un poco mi formación desde un lugar callejero, si se quiere, empírico, de la música popular.

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¿Cuándo tomaste contacto con la obra de Remo Pignoni?
Eran épocas en que yo estaba en la Escuela de Música como estudiante, tendría alrededor de 15 ó 16 años. Felizmente la profe era muy inquieta y había conseguido esas cosas. Y en un momento, en un impulso de adolescente, se me ocurrió ir a visitarlo al viejo Remo a Rafaela, en Santa Fe, a una hora y media de acá de Paraná. Le caí y le toqué el timbre y me presenté diciéndole que era un alumno que tocaba sus obras y él tuvo un gesto maravilloso: en ese momento su piano estaba desafinado y me dijo que si me podía quedar un día más iba a conseguir las llaves para entrar a una sala donde había un piano de cola. Así que me quedé y al día siguiente fuimos al piano. Y ahí se gestó como un vínculo y varias veces lo fui a visitar. Y él inmediatamente empezó a pedirme que le mostrara mis cosas, “Está bien que toques mis cosas pero mostrarme algo tuyo”, me decía. Tuvo ese gesto hermoso y cada vez que iba para allá le llevaba cosas para que me corrigiera, para que me dijera si iba bien encaminado. Además era un pianista de una solvencia increíble.

Contacto Editorial Sirirí: editorialsiriri@gmail.com
Para solicitar el libro y los discos del Negro Aguirre y todo el catálogo de Shagrada Medra en Buenos Aires, contactar con Gustavo Frojan: gustavofrojan@gmail.com

Presentación en Buenos Aires

El miércoles 9 de octubre a las 20 horas en la Casa de Entre Ríos (Suipacha 844), con entrada libre y gratuita, se presentará la flamante Editorial Siriri´ con la presencia de Aguirre y su socia en este emprendimiento, Gabriela Redero. Junto a un grupo de amigos músicos como Lilián Saba, Ernesto Snajer, Juan Quintero, Silvia Iriondo, Ramiro Gallo, Quique Sinesi y Matías Arriazu, entre otros, Carlos Aguirre presentará en Buenos Aires Canciones I que, como ya fue dicho, contiene las obras del disco crema (a muchos de los álbumes del Negro se los conoce por el color que predomina en su arte de tapa) que data del año 2000.

Dice el Negro: “Durante muchos años la edición de partituras o ‘cuadernillos de música escrita’ -tanto como la publicación de toda obra que significara un aporte a nuestra identidad cultural-, estuvo restringida en la Argentina. A lo largo de varias décadas los estudiantes y los cultores de la música en general, hemos tenido que conformarnos con precarias fotocopias pasadas una y mil veces de mano en mano, desteñidas, borrosas y hasta incompletas, para acceder al estudio y la interpretación de obras gestadas por compositores de otras culturas que circulaban con mucha más fluidez que las creaciones de autores argentinos. Hoy, los estudiantes de las cada vez más numerosas escuelas de música, los músicos desde su espacio cotidiano de creación, y los docentes para replicar en su tarea formadora, demandan con insistencia la circulación de este patrimonio inasible que es la música. Un patrimonio que, al adoptar la escritura como vehículo de transmisión, asume una doble condición de perdurabilidad y circulación"

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Canciones I ya está disponible. En la línea de las ediciones de Shagrada Medra, el libro está hermosamente editado. El prólogo es de Jorge Fandermole.

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