Pasar al contenido principal

Main Area

Main

Skay Beilinson: “Estamos a mitad de camino entre la desaparición y la trascendencia”

Image

Entrevistas: Pablo S. Alonso
Fotos: Gentileza Maxi Lescano [maxifoto@speedy.com.ar]

¿Cómo es el proceso con tu banda para trabajar nuevo material?
Generalmente yo siempre tengo alguna música en la cabeza, y voy buscándole la vuelta hasta que empieza a tener forma de canción. Cuando ya tengo más o menos eso, voy y grabo en una portaestudio un borrador con una batería electrónica y un bajo, y eso se lo hago escuchar a la banda, pero el tema todavía no está cerrado. Recién termino de componer cuando voy al estudio. Empiezo a hacer el laburo más fino: elegir las guitarras, darle toda la estructura. Hay cosas que ya están planteadas en el demo, y sé que después eso va a tomar vida cuando lo tomen los músicos. Una cosa que yo aprendí con el tiempo es que, salvo que vengan desde la misma génesis de la composición del tema, lo mejor que puede pasar es que el baterista y el bajista toquen sobre la canción ya armada. El viejo sistema era que el bajista y el baterista (graben) con un clic o algo así, una guitarra de referencia, sin saber todavía de qué va la canción. Entonces voy al estudio, meto guitarras, bajo, la baterías un poco más finas, teclados, una voz de referencia; cuando llegan los músicos, ya tocan sobre la canción. Y ahí empieza otro proceso que muchas veces vuelve a readaptar parte de los temas. Es un proceso de ida y vuelta.

Este es un método que ya venís usando desde A Través del Mar de los Sargazos.
Claro, hice toda la preproducción en la sala de ensayo, con Pro Tools, buenos sonidos, buscando las guitarras adecuadas para cada parte del tema.

¿Este es tu segundo disco en los estudios Conde con Joaquín Rosson?
En realidad en el estudio propiamente dicho es el primero, porque antes él trasladó su estudio a la sala de ensayo, en mi casa, y ahí hicimos la preproducción, luego fuimos al estudio Aladino donde completamos la parte de batería, porque (en la sala) no había las suficientes condiciones acústicas ni micrófonos tan buenos para grabar la batería y los otros instrumentos. Con Joaquín nos entendemos muy bien, sabe mucho de tecnología y entiende a dónde voy, qué estoy buscando.

Imagen

¿Su rol de co-productor es el de trasladar tus ideas a lo realizable?
Sí, eso por un lado; por el otro hay veces que yo cantando y tocando la guitarra no soy demasiado sutil con lo que voy haciendo, entonces necesito otra oreja, o alguna sugerencia de respetar algún silencio, o buscar el sonido de la guitarra juntos.

¿Cuánto cambia tu manera de tocar al trabajar con otro guitarrista en vez de hacerlo solo?
Depende de lo que vaya saliendo, porque como empiezo a laburar solo, todas las violas las voy metiendo prácticamente yo, después hay roles que quiero que haga el otro guitarrista. Oscar (Reyna) es muy hábil con el slide; yo a veces con la palanca hago un juego parecido, pero igual es distinto a las arrastradas que hace el slide. En “La rueda de las vanidades” hay un slide mío porque justo tenía la idea, lo grabé y al final quedó, pero después en vivo lo hace él. Hay cosas que yo sé que él las va a tocar mejor, él tiene su propio sonido. A veces Oscar viene al estudio y empieza a tocar cosas arriba de la canción que a mí ni se me habían ocurrido, entonces van enriqueciendo el tema. Que la canción vaya jugando con diferentes sensibilidades la enriquece. Hay otras donde las guitarras ya quedaron con un sonido que me gusta entonces no hace falta que él las toque. Después, en el proceso de trasladarlo al vivo, desarmamos la canción y volvemos a asignar los roles. Encima tengo que cantar, así que hay algunas cosas que son más complicadas que otras para tocar y a la vez cantar.

¿Te viste obligado a delegar en vivo mucho al tener que cantar y tocar?
Sí, pero lo hago con mucho placer. Yo me siento fundamentalmente un guitarrista más rítmico que otra cosa, y siempre siento que la banda está sustentada en mi guitarra. Y con esta formación encontré que puedo largar la viola que la banda no cae, la base es súper sólida y la guitarra de Oscar va cumpliendo los roles y me libera a mí para poder cantar.

En los últimos cuatro discos siempre hay un tema con una marcada referencia a un folklore regional, como “La luna sobre Fez” del último disco, o anteriormente “Lluvia sobre Bagdag”. ¿Sentís que últimamente las novedades en tu música vienen más de músicas ajenas al rock que desde dentro de él?
De alguna manera siempre me influyeron los folklores de todo el mundo. Con la música de medio oriente tengo una fascinación especial, las escalas que usan, los timbres, las percusiones.

En “Dragones” (2004), por un momento parece sugerirse la melodía de “Scarborough Fair”, un tema tradicional del folklore británico que grabaron artistas como Simon And Garfunkel. ¿Fue intencional?
No. La música celta siempre me produjo una fascinación muy particular, no soy un erudito pero creo que hay ciertas cosas que se te van pegando aunque no intencionalmente, van quedando inconscientemente y tarde o temprano van apareciendo.

Imagen

¿El componer solo hizo que cambie el espacio que le das a la guitarra? Sobre todo en tu primer disco solista; en una canción como “Oda a la sin nombre” las guitarras son muy cantabiles y las partes cantadas son como si fueran el solo, las guitarras casi te cuentan todo.
Cuando compongo lo primero que aparece es la música. Soy un poco reacio a la música instrumental en sí porque me gusta la interacción entre una voz humana y la banda sonando. Es verdad lo que decís, quizá con la guitarra la canción ya estaba planteada...

No digo que sobre la parte de la letra, por supuesto.
No, pero seguro es mucho más rica la parte de la guitarra, pero siempre tiene que haber una voz para redondear la canción.

¿La música te marca el rumbo que va a tomar la letra?
Generalmente sí. A veces no sé muy bien de qué va a hablar, pero se la llevo a escuchar a Poli y entonces van surgiendo imágenes, palabras, frases, y después de ahí empiezo a armar las letras.

Has contado que en un primer momento te costó el tema de las letras, pero el resultado final se escucha natural. No parece que hayas tenido que luchar para escribirlas.
No, porque una de las cosas que aprendí es que hay que darle tiempo. Hasta completar una canción es todo un proceso de aproximaciones. Suponete un riff, sobre el que empiezan a aparecer cosas y más cosas, y llega un momento en que es una gran sinfonía que podría durar tres horas. El laburo para mí es empezar a sacar, qué era lo fundamental de la canción, y de ahí darle una forma. Con las letras es lo mismo; podés hablar de cualquier cosa y decirlas de cualquier manera, pero poco a poco vas encontrando cuáles son las palabras más apropiadas, cuál es el fraseo que mejor se adapta. Hay que probar y probar, desechar y encontrar cosas nuevas.

¿Has tenido referencias, ya sea de autores de letras, o de escritores de poesía o prosa, que han marcado tu estilo?
Creo que no sé si tengo un estilo...

Pero hay una cierta mitología, barrial incluso, como “El Golem de la Paternal”, que recuerda a letras de los setenta.
Puede ser... Letristas grandes de rock, de Dylan y los Beatles al Indio, Spinetta, Litto Nebbia, Charly, Fito, (Miguel) Cantilo, tienen letras maravillosas. No sé si estoy a la altura de ellos.

¿Y qué lecturas o temas de interés se reflejan en tus letras? ¿Algún libro de cabecera reciente?
Muchas veces leyendo cosas encuentro una palabra que me dispara y la anoto en un cuaderno, o alguna frase o idea que después se termina volcando en una canción. Justo hay un tema, “Aplausos en el cosmos”, que tiene que ver con la descripción de la humanidad que hace Michel Houellebecq en el libro Las Partículas Elementales como esa especie sufriente, contradictoria, capaz de las atrocidades más grandes, que sin embargo nunca deja de creer en la bondad ni en el amor; me pareció una descripción interesante de lo que somos, y de alguna manera quedó plasmado en esa canción.

Cuando un guitarrista con muchos años en una banda encara una carrera individual, tiene dos alternativas: o se pone a cantar, como Keith Richards, o busca un cantante, como Ritchie Blackmore. ¿En algún momento pensaste en buscar un cantante o siempre tuviste en claro que te encargarías de la voz?
No, no lo tenía en claro. Siempre canté en rueda de amigos o en fogones, pero al frente de una banda, salvo algunas veces en que el Indio no vino, nunca me lo había tomado seriamente. Grabar, de alguna manera, es más sencillo, porque en el momento de hacerlo vos estás abocado al canto y la expresión. Distinto es en el vivo, que son dos roles.

¿Tom Waits es una referencia tuya? No sólo como cantante, también en la instrumentación, por ejemplo en “Alcolito” (2002).
Sí, lo tenía como referencia.

¿Cómo manejás la presencia de los teclados? En los discos parece que van y vienen.
A mí me gusta fundamentalmente el sonido de las guitarras, y los teclados entran a jugar un rol más como de una textura en determinados momentos. “Aves migratorias” o “Territorio caníbal” (canta el motivo de teclados); es como un timbre y color que aparece, es hasta casi molesto, me gusta que cumpla esa función, no tanto como colchones.

Al escuchar el tema que abre tu primer disco, “Genghis Khan” parecía que los elementos electrónicos presentes en los últimos dos álbumes de Los Redondos iban a continuarse en tu carrera solista. Sin embargo, la electrónica prácticamente desapareció de tus discos, salvo excepciones como en ¿Donde Vas?, que parece haber loops de batería en algunos temas.
En “La rueda de las vanidades”, hay una especie de latido (tararea). En realidad no es un loop aunque termina siendo como uno (suenan simultáneamente dos tomas de batería).

¿En “La luna de Fez” hay manipulación de pistas o es toda percusión?
Cuando armé el demo había armado una especie de loop con instrumentos sintetizados pero después lo tradujimos todo a elementos acústicos.

¿Y “Aplausos en el cosmos”?
Con ese tema pasó algo curioso. Llegó un momento en que me empecé a desenamorar porque le faltaba un poco de locura. Y entonces le digo a Joaquín: “Me está faltando un poco de locura.” Y me dice: “¿Me dejás probar una cosa por la batería?” Y empezó a deformarla, a comprimirla, hacerla pelota, y queda con un sonido de batería completamente roto, y justamente apareció lo que estaba buscando (se ríe).

¿Hay una falta de interés tuyo por la electrónica, o simplemente preferís la tracción a sangre?
No, es que estoy acostumbrado a solucionar las cosas con los elementos que tengo a mano, y esos son guitarra, bajo y batería.

A propósito, ¿cómo fue realmente el proceso de grabación de Momo Sampler (2000)? Nunca quedó muy claro cuál había sido la participación de los demás músicos de Los Redondos.
Uy, hay que hacer un ejercicio de memoria... (se ríe)

2019 Recorplay Música. Todos los derechos reservados.