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Michel Peyronel: El del productor no es un lugar sencillo

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¿Cómo fueron tus comienzos en la música?
En mi casa, con mis padres. Les gustaba el tango, el jazz y la música clásica. Recuerdo que tenía 5 o 6 años y estando en el jardín de mi casa, mi viejo me señaló la casa del vecino que tocaba el piano y me consiguió una cita con él para empezar a estudiar. Así fue como arranqué. Más tarde agarré la guitarra, cuando descubrí a The Beatles y Rolling Stones.
Mi viejo me había mandado a estudiar al Liceo Militar, ya al primer año me habían sacado la guitarra por mis malas notas y mi conducta.

¿Y como fue tu ingreso al rock como parte de una banda?
En esa época, fines de los ‘60, no éramos muchos los que escuchábamos esa música. En el Liceo, justamente, fue que conocí a Pappo porque él fue a tocar con una banda que tenía en ese momento. Pegó mucha onda con mi hermano Danny y desde ahí estuvimos juntos, con algunas separaciones momentáneas en el medio, para reencontrarnos en París, donde se armó lo más grosso.

¿Es verdad la anécdota del placard en París?
Si [risas], yo estaba con mi hermano en París, era el año 1974, y él tenía un departamento de soltero. Pappo, que estaba ahí también, se contactó con mi hermano y quedaron en verse. Danny le preguntó dónde estaba parando y Pappo le señaló un Volkswagen estacionado. Ahí mismo lo invitó al departamento porque mi hermano se iba de gira con su banda. Pero yo también estaba viviendo ahí y el departamento era muy chico. Cuando estuvimos los dos ahí lo único que quedaba con espacio libre era el placard. “Me quedo en el placard”, dijo.Y el loco se quedó en el placard.

¿O sea que el germen de Riff se produjo en París?
Claro... cuando volvimos a Argentina vimos la realidad musical de ese momento. Porchetto, Serú Girán, decíamos: “¿qué es esto? ¿dónde esta el rock?”. Así fue que se me ocurrió de incorporar el cuero, el color negro como estética, para romper con lo establecido en ese momento.

¿Qué recordás de la primera época de Riff?
Muchos buenos momentos, hicimos mucho ruido. Una vez en especial, a propósito de esto de la ropa, teníamos un show en provincia de Buenos Aires y Pappo me pregunta, “¿dónde están los camarines?”. Y no, ningún camarín, entonces salimos del boliche, y atrás había un terreno baldío y nos cambiamos ahí. Imaginate los cuatro tipos vestidos de cuero y con tachas, había que bancársela. Eso era el rock, ese era nuestro grito de rebelión y no los hechos de violencia con los que nos relacionaban, aunque tuvimos que pagar unas cuantas butacas al principio. La pasamos muy bien, pero a la vez teníamos nuestras agarradas, personalidades muy fuertes. A Pappo lo extraño como amigo. Muchos dijeron: “murió en su ley”... No, ninguna ley. El no debía irse así.

Luego te convertiste en productor, ¿qué le aportaste a las bandas que produjiste, Virus, Violadores, Attaque 77?
Tal vez fui como un catalizador, les hice estallar cosas que no sabían que tenían. Ofrecí mi criterio de productor, pero en aquel entonces, sin saber lo que sé ahora. Ahora intervengo más en la pre-producción, en los arreglos. Tanto con Bulldog como con Pier mi trabajo fue más integral. No es un lugar sencillo el del productor porque es introducirse en el territorio del artista y se plantea esa disyuntiva de: “te llamo, pero no me digas nada”. Primero se comienza sugiriendo pero por momentos hay que imponerse, y no es fácil lidiar con los músicos. No fue fácil lidiar con nosotros, los Riff... Hay cantantes que tienen cierta desafinación y en muchos casos, eso es lo que les da la personalidad a sus voces. Entonces, como productor, hay que saber captar eso y privilegiar la expresión propia del artista, lo que llega de adentro de la persona, por sobre las facultades técnicas. Hoy en día con la aparición de tantos programas, efectos, plugs-in y demás chiches, se vuelve hasta sencillo grabar, pero no se debe caer en el abuso de estos recursos porque pasa a perder autenticidad el producto final. Hoy se trabaja mucho con una pre-producción hecha, entonces al entrar al estudio se adelantan pasos, pero siempre hay que guardarse algo para ese momento, para poder “pelar” ahí. Cada momento es único en la interpretación, una vez que se tocó así no se puede repetir. Al fin y al cabo, no dejan de ser bandas de rock.

Entonces es fundamental que los grupos de rock mantengan esa cosa visceral...
Claro, no sólo en el rock, en el jazz también, ¡el tango también! El blues es música que se toca con el corazón. Debe ser visceral, de lo contrario no dice nada. Es como una chica muy linda pero que no sabe besar, no te despierta nada. Acá se trata de decir algo, saber potenciar a los músicos en sus virtudes y sacar lo mejor de cada uno, no importa el estilo que hagan. Así me pasó en su momento con Virus, Los Visitantes, Attaque y Los Violadores, a quienes tenía que retar bastante.
Y hoy me pasa con Bulldog y Pier, con quienes la pasé muy bien durante las sesiones de grabación que dieron como resultado muy buenos discos, grabados ambos en el actual Monsterland, el estudio de Alvaro Villagra, ex Del Abasto al Pasto.

Cómo productor, ¿dónde enfocás la dirección para obtener mayor poder en el sonido? ¿El sonido de la guitarra es clave en una banda de rock?
No, es una parte de todo. El todo es importante. Para que las guitarras puedan lucirse, la base debe estar muy unida y trabajar como uno solo. Te lo digo yo, que toqué la batería, aunque debo ser un guitarrista frustrado, ya que es un instrumento que siempre me atrajo y ahora puedo llevarme mejor con él. Tal vez en la próxima vida sea guitarrista. De chico decía “quiero tocar la guitarra como Eric Clapton”, porque escuchaba mucho a Cream.

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¿Qué otras bandas escuchaste de chico?
A los 15 años Cream y Jimi Hendrix me habían arrancado la cabeza. Después llegaron Led Zeppelin y Deep Purple, pero antes de todo eso escuchaba soul, con mi hermano teníamos toda la colección de Atlantic y debe ser por eso que me dediqué a tocar la batería. Escuché más el soul de Aretha Franklin que a The Beatles, demasiado suave para mi [risas].

¿Y tu lado tanguero sólo existió como empresario [Peyronel fue uno de los creadores de FM Tango]?
Mis viejos escuchaban y bailaban tango en mi casa. Así fue que siempre estuvo presente el tango, como el soul y más adelante el rock. El tango ocupó ese lugar y fue de curioso, de andar viajando, estando una vez en Buenos Aires quería escuchar tango y pregunté cuál era el dial en FM de alguna radio que pasara tango. Me dijeron que tenía que sintonizar AM, de tal hora a tal hora. Pero yo quería escuchar tango ahora, ¡ya!... Entonces se me ocurrió la idea de la FM de tango, pero a mi manera, como debía ser para mí.
Así fue que muchos tangueros me lo agradecieron: Rubén Juárez, el Polaco, Raúl Lavié, los más “bluseros” del tango, me decían: “qué bueno que lo hiciste vos, si lo hubiera hecho uno de los nuestros, hubiese sido un bodrio”. Fue romper con esa estructura clásica del programa de tango pero manteniendo la raíz de la música.

¿Cómo viviste tu desempeño como empresario en la radio sin perder tu conexión con el mundo del rock?
Sin duda soy mejor músico que empresario. Y creo que no hay tanta conexión, aunque ambos mundos comparten las chicas, la noche y demás.
Se generó una suerte de complicidad con los músicos, con algunos grupos jóvenes de tango, por eso no fue una posición específica de empresario, iba a unos ensayos de algunas bandas, armaba espectáculos, juntaba artistas nuevos con el Polaco Goyeneche, por ejemplo. De ahí la complicidad y la relación que se dio con los músicos del tango. Y el término empresario abarca a otro tipo de personajes, que están muy lejos de importarle lo que le pasa al pibe arriba del escenario. Los hay unos mejores que otros.
Unos muy buenos, y otros que se dedican a llenar sus arcas, pero su trabajo básicamente es ganar dinero.

Vos que viviste otras épocas, ¿cómo ves hoy la industria del disco y su convivencia con las bajadas gratuitas de Internet?
Esto va a cambiar definitivamente. Cada vez menos gente compra discos, no creo que sea un buen momento para las discográficas. De pronto situaciones como la de Prince [en el 2007 entregó gratuitamente su último disco junto con un diario dominical de Inglaterra], que regala 2 millones de discos. La alternativa para vender discos sería incluirlo con la entrada al show.

Actualmente estás tocando con tu banda Peyroneles Sueltos. ¿Qué batería estás usando?
Estoy tocando con una batería Yamaha, uso un tacho Ludwig, con un corte bárbaro que muchos me envidian y set de platos Paiste. También toco el teclado, un Yamaha, para componer y armar temas.

¿Cuál es el sonido que más te atrae?
Me gusta el rock de los ‘70, ese sonido que da el calor de las válvulas. Que también tenga un sonido 2.000, moderno, pero sin perder esa potencia. Hoy, con el correr del tiempo, cada vez se utiliza más ese sonido, siempre fue así. Produciendo a Los Violadores ya recuerdo haber trabajado sobre eso.
Tengo la anécdota de proponerle a [Sergio] Gramática, el baterista, grabar un tema dos veces, de la misma manera, con el mismo beat, abriendo un canal más solamente, para tomar el redoblante y así tener un sonido más grande de tacho. La necesidad es la madre de la invención. Había que darse maña con lo que había.

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